sábado, 31 de diciembre de 2011

¿Y qué podemos contar de la capacidad?

A través de su significados habituales, podemos decir que la capacidad es básicamente una "posibilidad". Cuando decimos que alguien es capaz de comer mucho, aludimos a que puede comer en exceso. No apuntamos a la concreción de esa posibilidad, como sí lo harían palabras como "fuerza", "destreza" o "habilidad".


Con otras palabras, hablamos de una "promesa", no de una realidad. Y este es el modo en que hay que entender también las capacidades de tipo intelectual. Nosotros sólo podemos valorar las conductas observables, es decir, las habilidades adquiridas (si se adquieren pronto, hablamos de precocidad) dentro del contexto de lo que se le requiere en un determinado momento. Y desde la observación, inferir las capacidades subyacentes a las habilidades mostradas. 


Como todo el mundo no tiene el mismo modo de expresar sus capacidades, ni siquiera coinciden en el tiempo o lugar donde las expresan, ni cuentan con las mismas condiciones que las posibilitan, es un absurdo hablar en general de altas capacidades intelectuales y pensar que aludimos a un fenómeno concreto fácilmente identificable. Lo lógico es asumir que esa expresión integra a muchas manifestaciones diferentes de la excepcionalidad, que es como se entiende desde el modelo cognitivo. 


Igualar las expresiones "altas capacidades intelectuales" y "superdotación", ya sea como un eufemismo para evitar hablar de lo segundo abiertamente, ya sea como sinónimo intercambiable, es un profundo error conceptual que está muy lejos de ser subsanado. De hecho, cuando leemos en los medios ambas expresiones siempre suelen aludir a lo mismo, de modo que se intercambian sin criterio alguno en cualquier lugar del artículo de marras.


Y es que simplificar la realidad no la hace más comprensible. Sólo la hace más simplona.

 


miércoles, 28 de diciembre de 2011

¿Qué tienen en común las personas altas?

Abundando en las cuestiones de superficie, vamos a centrarnos en una de las preguntas que más repiten los medios de comunicación a todo profesional o a toda persona vinculada al mundo de las altas capacidades intelectuales.

¿Cómo podemos saber si alguien es de altas capacidades?, o, ¿qué características tienen las personas con altas capacidades intelectuales?

Cuando alguien se pregunta y pregunta, o cuando alguien es capaz de enumerar sin pestañear una serie de características que supuestamente "tienen que cumplir" las personas con altas capacidades intelectuales, ese alguien está mostrando una ignorancia supina. Es como si nos preguntáramos "¿qué tienen en común las personas altas?" y esperáramos una descripción precisa e inequívoca de las mismas más allá de la obviedad de que todas "son altas".

Cualquier característica que se asocie a las altas capacidades intelectuales que no sean las propias altas capacidades contribuye a la construcción de una imagen distorsionada y/o simplificada de esa compleja realidad.

La repetición de las características supuestamente comunes durante décadas ha consolidado una serie de esquemas mentales simplificados, también conocidos como estereotipos, con tal arraigo social que pueden coexistir en un mismo diálogo varios de signo opuesto sin que advirtamos las claras contradicciones que contienen. Por ejemplo, se puede afirmar que las personas con altas capacidades intelectuales "no necesitan ayuda para aprender" y, al mismo tiempo, que "tienen muchos problemas en el colegio de modo que la mayoría acaba en fracaso escolar". Es obvio que ni una ni la otra son ciertas o extrapolables al cien por cien de la población (entre otras razones porque estamos muy lejos de conocer a la totalidad de sus miembros), sino que forman parte del universo de clichés que se consolidan con el tiempo y que llegan a modificar nuestros juicios previos sobre un colectivo del que apenas permea información fiable y contrastada.

Hay que tener en cuenta que incluso los estudios científicos más completos solo pueden recoger pequeñas muestras de una enorme población potencial, y desde ese escenario se proyectan a la totalidad.

Es como si repentinamente todos nos volviéramos ciegos y no pudiéramos saber cómo son las personas altas. En este ejercicio de imaginación, suponemos que solo unos pocos "locos", mediante el tacto, descubren que hay cuerpos mayores que los demás que han podido tocar y comienzan a investigar sobre sus características diferenciales basándose en sus comportamientos, pero sin tener a toda la población disponible para sus pesquisas. Desde ahí, y en base a esos pocos datos, extrapolan una serie de caracteres que se darían en buena parte de la muestra. Por ejemplo, se descubre que muchos de ellos chocan con objetos elevados, luego encontramos una fuerte correlación entre la altura y la torpeza de movimientos. Conclusión: "las personas altas son torpes". Así se genera una característica supuestamente común a todas las personas altas. Es fácil recordar aquí la fábula de los sabios ciegos y el elefante.

¿Nos damos cuenta de qué grado de aberración puede alcanzar este modo de proceder en la imagen fiel del colectivo?

lunes, 26 de diciembre de 2011

¿De qué hablamos cuando decimos que alguien es Alto?

Aquí tenemos un ejemplo gráfico de lo que queremos decir.



El señor de la derecha ES alto, y el señor de la izquierda no lo es.

 

Está claro, ¿verdad?

 

Pues bien. Ahora veamos al mismo señor, en esta foto a la izquierda, junto a otro señor.



El señor de la derecha ES alto, y el señor de la izquierda no lo es.

 

Está claro, ¿verdad?


Si tomamos por separado ambas situaciones llegaremos a una contradicción. Rudy Fernández ES alto y NO-ES alto.


¿Cómo es posible que sea alto y no-alto a la vez, siendo la misma persona?


La respuesta más obvia es que dependerá del sistema de referencia que tomemos. Si tomamos como referencia de talla normal la de Florentino Pérez, podremos decir sin temor a equivocarnos que Rudy ES alto. En cambio, si tomamos como referencia la talla de Pau Gasol, diremos que Rudy NO ES alto.


Esta idea tan simple nos lleva a preguntarnos por la razón que lleva a muchos a afirmar, sin temor a equivocarse, que alguien posee una determinada característica en ALTO grado. Porque si hablamos de altura física la cuestión está más o menos clara porque hay un consenso en forma de patrón claramente establecido e inequívoco (independiente del sistema que tomemos, puede siempre compararse), pero cuando lo hacemos de otras cuestiones sobre las que ni siquiera encontramos un consenso mínimo que nos garantice los juicios de valor, como es el caso de la inteligencia, la cosa cambia sustancialmente.


Y con el fin de aclarar ciertas presunciones que se dan por "sabidas" nace este espacio de reflexión. Porque el que está dentro de una realidad necesita expresar las contradicciones que encuentra a su paso. Solo de este modo se podrán superar los prejuicios y estereotipos que siguen colgando, cada día con más fuerza, sobre un amplio y rico colectivo sobre el que apenas encontramos puntos en común más allá de dos o tres características.