martes, 3 de enero de 2012

Creatividad fuerte y creatividad débil

La distinción entre el sentido fuerte de la creatividad y su sentido débil es necesaria para no mitificar el concepto, una tendencia que en los últimos tiempos está adquiriendo una fortaleza inusitada derivada de las concepciones científicas de la creatividad, centrada en la valoración cultural (del ámbito) de los productos resultantes y de las personas que los producen.

 

Gardner (2001), inspirado en Csikszentmihalyi, define la creatividad: «Las personas son creativas cuando pueden resolver problemas, crear productos o plantear cuestiones  en un ámbito de una manera que al principio es novedosa pero que luego es aceptada en uno o más contextos culturales. De manera similar, una obra es creativa si primero destaca por su novedad pero al final acaba siendo aceptada en un ámbito. La prueba de fuego de la creatividad es sencilla: la aparición de una obra supuestamente creativa, ¿produce algún cambio posterior en el ámbito pertinente?»   Además, añade un dato que aleja la creatividad del común de los mortales: «La mayoría de los estudiosos de la creatividad coinciden en que hace falta más o menos un decenio para que una persona llegue a dominar un ámbito y hasta un decenio más para que llegue a crear obras cuyo nivel de creatividad sea suficiente para influir en el mismo. El dominio de un ámbito exige miles de horas de trabajo».

 

Esta definición formaría parte del sentido fuerte de la creatividad. Es decir, los cambios que provoca su acción son a gran escala, abarcando un ámbito completo en el que interactúan muchos individuos formando una colectividad más o menos identificable. Por ejemplo, en el ámbito de la física las aportaciones de Albert Einstein produjeron un cambio sustancial que afectó no solo al modo de entender la física sino también al modo de hacer física. La mitificación del concepto de creatividad aflora cuando se divulgan los grandes logros de determinadas personas en diversos ámbitos, de modo que parece que la única creatividad posible es la que rompe esquemas a un nivel inabordable para la mayoría de personas.

 

Para naturalizar la noción de creatividad es necesario introducir en el diálogo su sentido débil. Es decir, los cambios que provoca su acción son a pequeña escala. Por ejemplo, en nuestra cotidianeidad solemos encontrarnos con situaciones complejas que requieren una actitud creativa. Esta forma de afrontar el reto nos permite la libertad de explorar soluciones no habituales que pueden parecer estrambóticas o raras pero que luego se demuestran tan válidas como las "normales".

 

En definitiva, que la noción de creatividad debe ser lo suficientemente amplia como para contemplar los sentidos fuerte y débil, porque de otro modo no podemos estimular a nadie a que explore su creatividad latente, primero en situaciones ordinarias y, con el tiempo, en situaciones extraordinarias, sin que se sienta presionado por una visión mitificada que le pudiera desalentar. Y es que incluso las mentes más creativas tuvieron que empezar por "ensayar" en situaciones cotidianas, porque la creatividad en su sentido más íntimo no alude a los productos resultantes sino más bien al proceso que los posibilita.

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